miércoles, 25 de julio de 2012

La casa del Herrero



Mi padre era de casa el Herrero, una gran casa de un pequeño pueblo que se eleva sobre el mar de cereal de las Altas Cinco Villas.

Una tarde, con mis 18 años recién cumplidos y un expediente académico raquítico, mi padre caminaba a mi lado por la calle Corona de Aragón de Zaragoza. Me preguntó qué pensaba hacer, qué me gustaría estudiar. Yo le dije papá, da igual, lo que a mi me gustaría aquí no puedo hacerlo. Pero qué es, me dijo él. Me gustaría hacer cine. ¿Y eso cómo se hace? Da igual papá, ya estudiaré banca o unas oposiciones.

El comprobó que aprobé las oposiciones pero no pudo ver que también me he dedicado a lo que realmente quería hacer.

Unos años atrás, cuando era más pequeño, le acompañaba con vergüenza al Paseo de la Independencia donde él colocaba los "pasquines" de la discoteca en la que él trabajaba cada fin de semana después de cinco días de duro trabajo en un taller de rectificados.

Una bolsa de "eskay" donde llevaba un pequeño taburete pintado de gris, un bote de cola y una brocha y un rollo de carteles de grupos musicales sujetados por una goma. Tenía miedo de que me vieran los compañeros de clase en una actividad tan servil. Pero el mayor de mis sentimientos era la vergüenza por avergonzarme.

Años después soy yo el que encarga pegar los carteles. Y no pasa un día sin que recuerde aquella estúpida vergüenza.

Ahora que comienzo este blog, vuelvo a acordarme de él. Y me da menos vértigo el vacío del blanco del papel, como si construir este blog fuera como llenar de pasquines el recuerdo de Casa del Herrero.


1 comentario:

  1. Martín mira, pero también lee. Y al leer escucha, y aprende, y admira...
    Si el de "casa el Herrero" te mirara no sentiría vergüenza.

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